Monday, July 1, 2019

¿Para qué sirve creer en teorías de la conspiración? Algunos comentarios a propósito del artículo de John Carey

Carey, John Michael. 2019. Who Believes in Conspiracy Theories in Venezuela? Latin American Research Review 54(2), pp. 444–457. DOI: https://doi.org/10.25222/larr.88

John Carey de Dartmouth College ha publicado recientemente un excelente artículo en el que se basa en datos de encuestas para discutir algunos de los puntos que he planteado en este blog en los últimos años. Específicamente, Carey estudia tres discursos teórico-conspirativos venezolanos. Dos “pro-chavista”: la Guerra Económica y el “asesinato” de Chávez (que en Venezuela se suele llamar “magnicidio”); y una “pro-oposición”, la “Conspiración (plot) del PSUV” (la teoría según la cual parte del liderazgo del partido de gobierno está conspirando para sacar a Maduro del poder y a sí conservar algunos espacios de poder).

El análisis de datos de encuestas lleva a Carey a concluir que en Venezuela “del 54% de los encuestados que se muestran de acuerdo con cualquiera de las tres afirmaciones conspirativas, 39% expresan apoyo a las narrativas pro-chavistas, pero no a la narrativa pro-oposición y viceversa. El análisis multivariado confirma que la identificación política es el predictor único más fuerte del apoyo a cualquier teoría de la conspiración dada. Los venezolanos tienden a apoyar [teorías de la] conspiración que vilipendian a sus adversarios políticos” (p. 10).

Carey menciona además una serie de correlaciones interesantes, entre otras: Hay una relación significativa entre la visión de mundo maniqueísta y la creencia en teorías de la conspiración (en este blog y en otros trabajos he vinculado las creencias teórico-conspirativas con las ideas sobre el bien y el mal). La edad de los encuestados también presenta una correlación interesante (los mayores tienden a creer más: Carey sugiere que a mayor edad, más memoria de la escabrosa historia de intervenciones norteamericanas en América Latina) y, muy importante, el nivel educativo de los encuestados (a mayor educación, menos creencia).

Agradezco las referencias que hace Carey a mi trabajo y aprovecho para hacer unos breves comentarios: 

Lo que siempre me ha interesado resaltar en este blog es narrar cómo el discurso teórico conspirativo se convierte en retórica oficial del estado y que consecuencias políticas tiene este fenómeno (malas, por lo general, como ya señalara Hannah Arendt). Por lo tanto, aunque a veces he hecho algunas referencias a ellas, en este blog he hecho pocas menciones a las teorías de la conspiración de la oposición Venezolana. Esto ha sido acertadamente criticado por muchos como un sesgo de este blog.

Sin embargo, hay en efecto una retórica teórico-conspirativa de la oposición que ha tenido y está teniendo importantes consecuencias políticas en Venezuela, que he trabajado poco hasta ahora, pero espero hacerlo pronto. Ese discurso de una parte de la oposición se refiere al tema clave del voto. La retórica abstencionista opositora está basada en una teoría de la conspiración que afirma que no importa la participación, el gobierno ha robado y robará elecciones. La consecuencia de este discurso ha sido una notable desmovilización de la oposición.

Téngase en cuenta que en este blog he insistido en que las teorías de la conspiración pueden ser verdad o no, eso no es lo que las hace teorías de la conspiración: lo que las hace tales es la creencia en que un grupo particular conspira para lograr sus metas (y esto es verdad que sucede todo el tiempo en todo el mundo). Puede ser muy importante desmontar ciertas teorías de la conspiración y demostrar que sus afirmaciones no se ajustan a la verdad, pero eso es trabajo para los filósofos. Mi interés por estas formas de discursos sigue una perspectiva sociológica pragmatista: ¿qué diferencia hace que una teoría de la conspiración sea verdad o no? ¿Qué consecuencias tiene creer en ella? ¿Sirve para algo creer en ellas? La sospecha de que el voto no es respetado en Venezuela puede tener un fundamento verdadero (lo tiene, todo el sistema es sesgado y es necesaria una reforma profunda para recuperar la confianza en el voto), pero lo importante es la consecuencia del discurso: la desmovilización de la oposición al punto en que quizás se pueda demostrar que el chavismo ha ganado elecciones en el pasado sin necesidad de conspirar para hacer fraude electoral.

En otros trabajos he hecho referencia a que una de las consecuencias más relevantes del uso político de las teorías de la conspiración es la desmovilización política de las personas. Las teorías de la conspiración ponen el lugar del poder en una agencia que está más allá del control de las personas: mientras más poderosas y todo explicativas las teorías de la conspiración, más poderoso el agente conspirativo y menos poderosa la víctima. Es más, un aspecto clave de las narrativas teórico-conspirativas relacionadas con el populismo es que el líder es insistentemente presentado como el único capaz de enfrentar el enorme poder del enemigo y por lo tanto “el pueblo” debe otorgarle poder supremo, confiar en él y ser leal a él al extremo.

Las teorías de la conspiración aupadas desde el gobierno en Venezuela han sido muy consistentes en este aspecto, basadas en la idea de la existencia de un poderoso enemigo externo del cual solo la revolución y su líder puede defender al pueblo (Véase la notable utilización de esta retórica en los planes de alimentación gubernamentales, los cuales tienen como propósito “defender al pueblo de la guerra económica”). Parte de la oposición venezolana también sufre las consecuencias políticas de creer en teorías de la conspiración: No se puede negociar con criminales, siempre robarán las elecciones, dictadura no sale no votos, los líderes opositores que negocian son en realidad agentes del gobierno. Ante el así definido enorme poder criminal del gobierno, solo es posible, dice este discurso, la apelación a un poder superior que nos rescate: una fuerza internacional que invada a Venezuela y saque al chavismo del poder. 

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